Cada tanto debo
volver a tu cuerpo. Cada tanto debo permitirle al recuerdo abrir esa puerta
clausurada, cerrada con doble tranca y candado. Cada tanto me permito recorrer
nuestro tiempo juntos. Visitar los lugares que me vieron. Cada tanto
golpeás desde el otro lado de la puerta. Golpeás fuerte, para que te escuche.
Gritás mi nombre completo, te asomás por una ventanita que dejé por las dudas,
que solo se abre por fuera. Una ventana por la que seguro me espiás y cerrás con
ademanes ofendidos cuando me paseo por ahí desnuda acompañada de otros cuerpos,
algunos que ni siquiera saben de tu existencia. Que ni miran para la puerta
cerrada. A veces quiero perder la llave y así poder tener una excusa para no
volver a abrirte, pero hice copias que fui guardando por toda la casa. A veces
pienso que no voy a verte asomar más la cabeza por la ventana y paso días
enteros mirando hasta que aparezcas. Otras veces no aparecés. Otras veces te
ocultás y me escuchás llorar, porque la puerta no es buena aislando los
sonidos, y también llorás del otro lado porque te escucho. Y cada tanto nos
quedamos así, lágrima contra lágrima, hasta que alguno se duerme y todo vuelve
a ser como antes, sin serlo.
Cada tanto leo tu blog y recuerdo que es uno de los mejores hogares que encuentro en internet. Gracias :)
ResponderEliminarGracias vos. Es bueno que visitas como la tuya me hagan tener siempre la mesa pronta y la alfombra de bienvenida sacudida.
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