5 feb 2014

I

Tal vez fue el viento suave en la cara. Un pequeño soplo, una respiración insinuada detrás de la oreja. Tal vez fue el sol que entraba con fuerza por la ventana. Calentaba solo un espacio rectancular del cuarto. Lo más probable es que hayan sido esas risas de niños jugando en la calle que sentías a lo lejos. El sonido más lejano que podías escuchar. Casi un susurro o la voz que sale de la memoria. Todavía estás sentada en la cama y los pies siguen sin tocar el piso. Apenas se balancean. Apenas uno roza al otro. Mirás el rectángulo del sol. Cerrás sin querer los ojos. No querés volverlos a abrir. Sabés que ese detalle cambiará toda la historia.