Estoy
en una casa inmensa. Blanca por todos lados. Inmaculada. Fría. Tiene una
escalera monumental. Si no supiera que es mía pensaría que es un palacio. La
puerta principal es de madera. Tiene pestillos dorados. La mirilla parece un
telescopio. Hace horas que estoy parada frente a ella y no me animo a mirar.
Primero toco su madera lisa y fuerte. Es lo único cálido de la casa. Detrás de
mí no hay nada. Pero igual no me animo a mirar. Me siento como entre dos
paredes. Sé que la única solución es abrir la puerta. Afuera es de noche y
llueve. Recuerdo el tatuaje que tengo en mi pierna derecha. Es una llave de oro
con una cinta roja. Esa es la llave que abre la puerta. Me froto con intensidad
la pierna para ver si sale. Me duele. Si tuviera un cuchillo sería más fácil. Hasta
que un ruido metálico suena contra el piso de cerámica blanca y retumba en toda
la casa. Miro. Está ahí. Poner la llave siempre me resultó un acto casi
pornográfico. Me empieza a sudar la mano. Gotea de manera incansable. El agua
me llega a las rodillas. Casi ya no puedo respirar. Pongo la llave. Giro
lentamente y el agua se va.
26 jul 2012
19 jul 2012
Apuntes sobre "Bicho bola" (Yaugurú, 2012) de Victoria Estol
El bicho bola o bolita o Armadillium vulgare, tiene la capacidad
de enrollamiento, de cubrirse con su propia piel ante las amenazas, ante el
miedo. Pasado el peligro, comienza a desdoblarse hacia mundo exterior
lentamente, saca sus partes blandas y vulnerables para mostrar que sigue vivo y
entero.
Este mismo recorrido parece
hacer el primer libro de Victoria Estol: los primeros poemas giran gracias a la
protección de un hermetismo defensivo que le permite darse contra todo; por eso
el título de la sección, “Que me roce un tren”. Las imágenes más fuertes, rebasan
esta primera parte del poemario, en la búsqueda de la metáfora protectora, de
la cotidianeidad desbordante: “mastico tu carne, gusano/tallo tu hueso,
termita/nado en tu sangre contradictoria”.
El sexo descarnado y descarado
parece pegarle una patada en el pecho al amor, burlarse de la cursilería y los
preámbulos amorosos: “… me acerco al novio y le toco el culo. Lo miro distraída
y entro al baño. Me bajo la bombacha. Sé que él viene”. Pero también es una
forma de prevenir el ataque de los “hombres bomba”, del “gran cogedor”, del
gusano que se infiltra en la manzana para pudrirla. Por eso el bicho bola
blindado y no la manzana vulnerable, penetrable.
Ya en la segunda sección,
comienza la apertura, su oscuridad interior emerge para poblar las páginas, el
poema. La amenaza fue neutralizada pero no evitada: “en la noche entran en
tropa por mis rendijas/van directo al objetivo”. A la vez que crece, expande
sus patas entintadas, y encuentra un nuevo refugio: la escritura. Debe escapar
del caparazón para lograrlo y hurgar en los lugares indelebles y densos, como
la noche: “me gusta ver animales muertos. los miro un rato y si su especie es
bien lejana a la mía, agarro un palito y los hurgo. me gusta la intimidad
muerta. tiene algo de infinito”.
La última parte del libro
llamada “no está bien que te pique tanto el mismo bicho”, es la más metapoética del libro. En esta sección
se alcanza a vislumbrar la existencia mínima de una cotidianeidad plena. El bicho
bola ya no se encierra en sí mismo bajo el hermetismo violento, tampoco se
metamorfosea en otros insectos cubiertos de tinta; ahora se mira a sí mismo en
su pequeña realidad, despojado del caparazón, saca una a una sus patas para,
ante todo, contemplarlas él mismo: “Hay días que nadie se sienta al lado mío en
el ómnibus”; “tengo un nudo en la garganta/me lo trago/cae en picada por el
esófago/pica en el estómago/rebota en las tripas//se acomoda despacio entre mis
ovarios…”.
Es en esta conciencia de sí
mismo inmerso en un mundo fabricado por sus propias percepciones, que emerge el
arte poético: “estoy llena de excepciones”, esta expresión parece definir al
poemario, a cada una de las palabras que lo conforman. Todo en él es extrañeza
y normalidad. Porque la poesía en sí misma es excepción; como dice Olga Orozco:
“La poesía puede presentarse al lector bajo la apariencia.de muchas
encarnaciones diferentes, combinadas, antagónicas, simultáneas o totalmente
aisladas, de acuerdo con la voz que convoca sus apariciones”.
“Escribo poemas minúsculos y
los tiro al nuevo buzón de mi pared/a quien sea que esté ahí quiero explicarle
mi falta de revoque”. Pero la poesía no tapa agujeros ni encuentra a su
destinatario de manera inmediata. La poesía desnuda al que la escribe y le regala
un vestido a quien la lee: “desnuda me siento vestida”; aunque la desnudez también
pesa, “el disfraz de piel cae/mi adentro es un cabo de manzana en el aire”, y
la oscuridad del espacio vacío llama: “soplo un beso desde la orilla/y vuelvo
mar adentro/donde el silencio es latido/donde el delirio encausa//donde me
habito”.
Pero la poesía es un viaje de “ida
y vuelta”. Del interior del bicho bola al ombligo del que recibe los poemas. De
aquel que acepta el desafío de naufragar en la desnudez. Comer de la manzana. Ser
el gusano que se desliza y pudre. Que hace “foco” para ver lo que hay dentro. Y
esperar.
16 jul 2012
Nocturno en otro cuerpo XX
Hay
muchos productos de limpieza encima de la mesa. Jabones de olores exóticos.
Detergente para lavar los platos. Ceras. Shampoo para perros. Desinfectantes.
Los empiezo a vaciar dentro de la bañera. El agua va adquiriendo diferentes
colores: rojo, naranja, amarillo, marrón. El olor empieza a invadir toda la
casa y mis pulmones. Me lloran los ojos. Me arden. Pero sigo volcando todos los
frascos. Ahora la bañera queda de un color negruzco, espeso. Primero pongo el
pie derecho y veo como la piel empieza a desintegrarse. Luego el pie izquierdo.
Si me quedo un rato sumergida voy a desaparecer.
13 jul 2012
Decálogo de las noches sin vos
1: Escribir tu nombre tres
veces.
2: Mirarme en el espejo y
odiarte.
3: Olvidarme de las llaves en
tu casa.
4: Darle de comer al gato.
5: Llorar porque no estás.
6: Ver películas de amor hasta
reventar.
7: Gritarle a la silla vacía de
la mesa.
8: Cortar el pasto que creció
en la cama.
9: Darle más comida al gato.
10: Escribir.
4 jul 2012
Retorno
Es increíble como entre un post y el otro ha cambiado todo. Todo lo que me rodea, lo que queda, ha cambiado. Algunas personas están y otras se fueron. Yo también me fui. Desaparecí. Cambié de mascota y de vida.
La cola del gato tiene vida propia.
El café con leche siempre me queda frío.
Y ahora que de verdad no estás, no puedo escribir soledad.
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