27 may 2012

Nocturno en otro cuerpo XIII


Estoy dentro de una máquina desconocida. Parece que yo la manejo pero no encuentro el manual y dejo que vaya sola. En el camino se destruyen casas, mueren perros aplastados y la gente corre. Alguien grita ¡asesino! y empiezo a probar la manera de matar a esa persona. No me hace feliz pero calma mis nervios. Toco el botón rojo y empieza a sonar una melodía dulce y triste. Ideal para morir. Lo tomo entre mis manos de fierro y reconozco en mi víctima a mi padre. Me da lástima que tenga una muerte tan digna. Tan musical. Pero no lo dudo: aprieto su cuerpo de carne hasta sentir el ruido de sus huesos. Por algún motivo recuerdo la muerte de mi primera mascota. Su muerte lenta y dolorosa. Su funeral en mi plato de comida del mediodía en familia. Su cremación en la vianda para el otro día llevar a la escuela. Mi mano se vuelve más dura. Aprieta con furia. Y ya no es mi padre el que está muriendo entre los fierros retorcidos. Soy yo y no grito. Solo pienso en quién está manejando la máquina. Si habrá encontrado el manual en algún cajón. La música ahora se hace más fuerte. Suena en toda la ciudad. La gente se tranquiliza y empieza a cantar. Es un funeral hermoso.

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