2 abr 2012

La insoportable levedad de cumplir años

Si recorremos la literatura consagrada y la entrañable sabiduría popular, nos vamos a enfrentar a incontables metáforas que refieren a todo lo que uno pierde mientras avanza el irrefrenable tiempo. Quevedo dice "vencida de la edad sentí mi espada". Virgilio, conocedor de los tópicos, ya sentenciaba Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus,singula dum capti circumvectamur amore. También está dicho: "en la mocedad todo es flores; en la vejez, dolores". Guillén, que supo como muchos españoles cantarle al tiempo, comienza un poema diciendo: "Pasa el tiempo y suspiro porque paso,/aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,/y no con el reloj, su marcha lenta/nunca es la mía bajo el cielo raso". 
Juglares contemporáneos advierten sobre desperdiciar el tiempo y correr detrás de él sin alcanzarlo: And then one day you find ten years have got behind you/ no one told you when to run, you missed the starting gun.
Pero luego de leer el poema de Silvina Ocampo, me pregunto, ¿cómo haré de aquí en adelante para sonreír en la foto de soplada de velitas?

Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día;
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva
que en lugar de disminuir los detalles los agranda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Envejecer transforma a una víctima en victimario.



Siempre pensé que las edades son todas crueles,
y que se compensan o tendrían que compensarse
las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo?
Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol
embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse
sólo con los despojos de la juventud.



Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios,
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez
es un disfraz con aditamentos inútiles.
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también.
Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta
ser viejo porque nadie sabe serlo,
como un árbol o como una piedra preciosa.



Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas.
No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente.
Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar,
porque todo lo que hago lo hago doblemente.
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece
que lo que quedó atrás tiene más realidad
para reducir el presente a un interesante precipicio.


Es cierto que podría encontrar poemas y refranes sobre "envejecer feliz" o "envejecimiento saludable". Y la experiencia y la felicidad y el vino que se pone mejor o como dice el refrán alemán "Los árboles más viejos dan los frutos más dulces" o la pelotudez de Cicerón (con el respeto que me merecen los clásicos): "No puede haber cosa más alegre y feliz que la vejez pertrechada con los estudios y experiencias de la juventud".
Nadie se cree eso.
De todas maneras, como persona vulgar que soy, este miércoles voy a esperar las más sinceras felicitaciones por mi acercamiento progresivo hacia la muerte. Y voy a seguir acumulando objetos, fama, y todo aquello que Manrique enumeró muy bien, para hacernos sentir como la mierda cuando lleguemos "al mar que es el morir" (por si no quedaba clara la metáfora de los ríos). 
Y también voy a festejar ser más vieja, más arrugada, más fea, porque ya lo dijo el gran poeta popular argentino Alejandro Lerner que se ve que ya tenía una novia bastante feuchona: "Cuando la belleza pase/será bella tu mirada/será bella tu sonrisa/y las noches serán claras (...) cada beso y cada abrazo/será un grito de belleza/serás bella en mi conciencia (...) serás bella por dentro/bella en el alma/y en el fondo de mi corazón". Es decir, por fin voy a ser buena persona. 
Tal parece que el problema en todo esto viene a ser la muerte. Pero eso no nos ha privado de mandarnos terribles fiestas de cumpleaños, principalmente en esta sociedad fiestera en donde se festeja con pompa el primer año de vida por ser el primero, los cinco porque es un lindo número, los diez porque es un año redondo, los quince porque ya nadie sabe por qué pero es tradición y viene bien para chupar salvo-que-la-guacha-de-mierda-me-pida-el-viaje-o-las-tetas, los dieciocho porque somos adultos, los veinticinco porque estamos en la mitad de algo y además es un buen número, en mi caso ahora voy a festejar los veintiséis porque se me da la gana, los treinta porque somos "adultos" de verdad, los cuarenta porque somos unos viejos de mierda que no nos creemos tan viejos, los cincuenta porque "son cincuenta añitos que no se cumplen todos los días" y porque ya empezás a agradecer a cumplir tanto años, y de ahí no parás porque cada año puede ser el último, aunque ahora con la esperanza de vida este festejo se tendría que pasar para los setenta. Hasta que festejamos el cumple 100 de la abuela, porque ese "sí que merece festejo".
En definitiva, no terminamos de darnos cuenta como dice Fernando de Rojas, que "nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan mozo que hoy no pudiese morir". 

Así que, ¡feliz cumpleaños a mí!

Salú!

***
 
 
 

2 comentarios:

  1. Me sumo a tu propio saludo de cumpleaños adelantado.
    Te aguanto un año más, como vos a mí.


    Un abrazo con amor!

    El pochi

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  2. capaz que hasta festejamos los 100 y todo!

    tu amor me abraza y abrasa, como dice Quevedo.

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