25 oct 2012

De visita



En esta ciudad no hay cementerios.
La gente, aterrada, no tiene dónde caerse muerta.
Camino por las calles y veo, al costado, en un cordón, letras extrañas pintadas con tiza blanca. No hay cruces ni símbolos extraños. Solo letras. Nombres supongo que se borran, se disuelven como los cuerpos al viento.







En esta ciudad no hay cementerios.
Los muertos no tienen a dónde ir.
Todos huyen de la muerte, y ella juega a las escondidas.
Me contaron que no saben lo que es un epitafio. Que no hay testamentos ni recompensas. Que no conocen ni a dios ni al alma ni al pecado. Solo a la muerte y sus cuerpos al viento.
No pude llevarle flores a mi abuelo.
No puedo morir acá.
Tendré que tatuarme mi epitafio.


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