12 may 2014
navicula
Me hundo como un barco sin amarras. Me deslizo despacio en una respiración que falla. No advierto el cambio. Me sorprende. De a poco pierdo la vista, el oído. Me lleno con litros de agua, a veces dulce, a veces salada. Me hundo en un abismo que nadie me había mostrado. Oscuro. Me hundo como mi abuela en su silla. Como mi abuelo en su tumba. Como las miles de hormigas que se van metiendo en mi cuerpo. Me hundo sin precedentes. Sin testigos. Me hundo en un mar de fuego o agua. Da lo mismo. En los dos ardo. En los dos me deslumbro con tu mirada de peces. Tu mirada de juicio final ante mi muerte que no la esquiva. Que se hunde en ella. Que la atrapa. Y la saca en el último respiro junto con otros peces muertos.
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